Cerca de dos millones de brasileños salieron ayer a las calles de más de 60 ciudades del país para protestar contra el gobierno de Dilma Rousseff, con consignas que fueron desde el pedido de renuncia de la presidenta, reclamos a favor de su destitución, el rechazo a la corrupción en Petrobras y la insatisfacción por la política económica.
Una marea verde-amarilla se movilizó en la ciudad de San Pablo, donde se concentró el mayor número personas -muchísimos vestidos con la camiseta de la selección brasileña-, que alternaban gritos de «Fuera Dilma» con el himno nacional.
Las movilizaciones, que fueron pacíficas y sin distintivos de partidos políticos, se extendieron a Brasilia, donde alrededor de 50.000 personas marcharon de la sede del gobierno al Congreso, Rio de Janeiro -con unas 15.000 en la Playa de Copacabana- , además de Belo Horizonte, Fortaleza y Porto Alegre, entre otras metrópolis.
Las protestas contra el gobierno de Dilma Rousseff se sustentan en el megaescándalo de corrupción en la estatal Petrobras y la compleja situación económica. Es la mayor manifestación desde las revueltas que se produjeron a mediados de 2013, durante la Copa Confederaciones.
La consigna principal era la destitución de la presidente, que asumió su segundo gobierno el 1° de enero. Sin embargo, muchos presentes reclamaban solo una reacción del gobierno en materia económica. Un puñado de manifestantes llegó a pedir una intervención militar para «poner fin» al gobierno del Partido de los Trabajadores (PT).
Rousseff fue elegida en octubre pasado. En segunda vuelta, se impuso por un escaso margen de tres puntos sobre Aécio Neves, quien clamó que le robaron la elección y hoy es referente de la oposición. Su popularidad se ubica en el 23 por ciento, según una encuesta de febrero.