Copa Libertadores: Boca empató con Cali en un partido sin goles

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Cali, Colombia.- Boca necesitaba una actuación como la de anoche, más allá del resultado. Porque esta competencia lo vuelve loco. Y está obligado a dar muestras de carácter que permitan advertir que su intención es seria. De alguna manera, no perder en un primer paso le da más oxígeno al cuerpo técnico y le inyecta más confianza al plantel, que aquí logró sobreponerse a las condiciones adversas a las que se vio expuesto.

Las 25.000 personas que estuvieron en las gradas del estadio le hicieron sentir a Boca la hostilidad. De la misma manera que dentro del campo Tevez y compañía recibieron toda la rudeza del dueño de casa. El equipo de Rodolfo Arruabarrena fue realmente visitante, incluso, antes de que la pelota comenzara a rodar. Ocurre que el acceso a este escenario resulta precario y peligroso. Los que entran en el Monumental de Palmaseca deben hacerlo por un pasadizo angosto y de casi un kilómetro de extensión. Gracias al dispositivo policial, el plantel de Boca evitó ese ingreso, pero de todas formas, los fanáticos del conjunto local le hicieron sentir al conjunto de la Ribera, en buena parte del trayecto hasta el estadio, que no eran bien recibidos.

Y para sentirse más presionado todavía, los xeneizes se vieron sorprendidos hasta por la actuación del árbitro brasileño Pericles Cortés, que permitió que golpearan demasiado a los futbolistas visitantes.

¿Qué se lleva entonces Boca de su excursión? El buen sabor de haber superado una prueba complicada, frente a un rival muy duro, en condición de visitante, con un arbitraje que no lo protegió y en su estreno en la Copa Libertadores. Volverán a verse las caras el 20 de abril, en la Bombonera, para cerrar la actuación de ambos en el Grupo 3. Pero esa será otra historia.

Lo más importante es que el plantel cumplió con lo que se le reclamaba: sortear situaciones complejas. Momentos límites. Más allá de que recién fue el primer partido de la Copa, el grupo está urgido de quitarse de encima ese peso de ser tibio. Y aquella frase que atravesó las paredes del vestuario xeneize en Córdoba, tras el 0-4 frente a San Lorenzo, en la Supercopa Argentina, con Agustín Orion como protagonista, dice mucho: «Somos una máquina de perder finales». La de anoche fue, en su dimensión, una final más.

Quizá no fue la mejor versión de algunos jugadores, pero es complejo medirlo cuando todo quedó tan condicionado por lo que no sancionó Cortéz. Ahora bien, algunos futbolistas de Boca se van reencontrando con su juego. Como Fernando Gago, que tuvo un partido que permitió pensar que está cerca de parecerse al que supo ser. En líneas generales, este resultado, permite advertir que aquella luz de esperanza que se vio en San Juan, durante el 1 a 0 a San Martín, y que se prolongó con el contundente 4 a 1 a Newell’s, del sábado último, no fue casual. Se notó también que Carlos Tevez, en su vuelta a la Libertadores necesitaba asumir el control del equipo y desde su importa lo hizo. Pasaron casi 12 años de espera para que el Apache vuelva a sentir esas cosquillas continentales. Exactos 4255 días tras aquel sinsabor que le produjo la derrota por penales ante Once Caldas, en la final de 2004

Además de alejar más los nubarrones que se posicionaron hasta hace apenas dos semanas sobre su cargo, este resultado le permite a Arruabarrena planificar en paz. El domingo próximo, en Avellaneda, tendrá una misión compleja ante Racing y no es menor encararlo con mayor calma. Y en este contexto, el anhelo de Boca de levantar su séptima Copa está intacto. Anoche advirtió que será un camino largo.