Nuevo orden mundial: ¿utopía o realidad?

0

 Por Claudio Rosso

La Pandemia desatada por el Covid 19 alcanzó y alteró profundamente todos los aspectos de nuestra vida tal cual la conocemos. Hablar de «nueva normalidad» lleva implícita la idea de un cambio bisagra que instituirá un nuevo o viejo orden -según cómo se lo mire- en un tiempo aún no definido. Pero . . . es esto posible?

En el informe del mes de mayo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se hizo hincapié en que la economía mundial podría reducirse un 3,2% en 2020 debido a las restricciones en materia económica producto de la Pandemia, provocando la peor recesión desde la Gran Depresión. El Departamento de Asuntos Económicos de la ONU estimó que la economía mundial perdería unos 8,5 billones de dólares en producción en 2020 y 2021,  borrando las ganancias acumuladas de los cuatro años anteriores. Asimismo, aseguró que alrededor de 34,3 millones de personas, caerán por debajo de la línea de pobreza extrema.

Hacia fines de abril la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) entregó sus nuevas proyecciones de crecimiento. Recalcó que la crisis provocará en el mediano plazo cambios estructurales en la organización productiva, el comercio internacional y el actual modelo de globalización. Como era de esperarse, sus estimaciones para la región señalaron una contracción promedio de -5,3% para todo el 2020.

En Argentina, la Pandemia y la cuarentena generaron la peor crisis de empleo de los últimos 18 años. Según la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) del Ministerio de Trabajo con corte a fines de marzo, el empleo del sector privado tuvo una caída del 0,5% en relación al mes anterior. En la misma línea, la propia AFIP detectó 164.475 puestos de trabajo en relación de dependencia menos que en el mismo mes del año pasado. (Marzo de 2019 con 8.045.060 puestos y  marzo de 2020 con 7.880.585).

Los malos números del mercado laboral recogidos en el último análisis de la cartera no se explican sólo por suspensiones o despidos, sino por la no incorporación de personal. La tasa de entrada fue del 1,4, y es incluso peor que la de 2002. En concordancia con estos datos, se multiplicó por ocho la cantidad de empresas que inició el procedimiento preventivo de crisis.

En abril, según la EIL, el 19% de las empresas relevadas no operó y el 38% de las firmas trabajó a menos del 50% de su capacidad productiva. El nivel de empleo asalariado en pymes, mostró una contracción del 0,6%, cuando la baja en marzo había sido del 0,5%.

Un trabajo realizado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) con corte al 12 de mayo arrojó resultados aún peores. Sostiene que casi 900.0000 personas perdieron su ocupación en todo el país durante la cuarentena.

Agustín Salvia, director del Observatorio aclaró que los más afectados fueron los trabajadores informales, pero que el mayor impacto para el empleo en blanco llegará más adelante cuando terminen los programas de asistencia del Estado a empresas privadas.

El virus no hace distinciones y ve al mundo como un todo.  No se puede (al menos hasta la aparición de una vacuna) estimar el final de la pandemia y sus resultados a nivel local y mundial. La directora de la Organización Panamericana de la Salud Carissa F. Etienne, afirmó que «la Región de las Américas podría experimentar brotes recurrentes de la COVID-19, intercalados con períodos de transmisión limitada, por los próximos dos años». Esto, teniendo en cuenta la heterogeneidad de estrategias y los cortes políticos de cada país es más que probable.

Etienne aseguró que «los gobiernos tendrán que tomar decisiones, considerando simultáneamente indicadores de salud, económicos y sociales. La provisión de protección social, financiera y fiscal, especialmente en las comunidades que dependen en gran medida de las economías informales, es fundamental».

«No superaremos esta crisis sin atender las necesidades de los más vulnerables: los más propensos a enfermarse y los menos propensos a recibir atención, como los pueblos indígenas, los afrodescendientes, las personas en situación de pobreza en zonas urbanas y las poblaciones migrantes. Si los descuidamos, corremos el riesgo de que los próximos dos años parezcan los últimos meses», manifestó la directora de la OPS.

Los datos son abrumadores y la información puesta en contexto pinta un panorama global que no logrará recuperarse utilizando viejas recetas.

La Nueva Normalidad, deberá ser entendida como punto de partida de un cambio fundacional. Si un virus pudo poner en jaque la economía mundial, sin que nadie pudiera advertirlo, pronosticarlo o mejor dicho diagnosticarlo, es hora de crear mecanismos de reaseguro mucho más finos e inclusivos que los existentes en la economía actual.

Los organismos de ayuda financiera internacional, en acuerdo con las principales potencias y países de cada región, deberían generar un fondo de asistencia para garantizar un salario mínimo destinado a cubrir los alimentos básicos de la población. Sin ánimos de caer en redistribuciones de tinte ideológico, la pandemia nos ha marcado tal vez más que nunca antes la fragilidad del equilibrio actual y la imposibilidad de seguir sosteniendo un orden que deja fuera de agenda a los siempre relegados.

Para quienes puedan objetar el financiamiento de los fondos  y para evitar caer en un «asistencialismo mundial” es necesario de una vez por todas ampliar el juego productivo incluyendo sectores siempre relegados como las economías regionales, los productores campesinos, y las pequeñas empresas que vienen perdieron la puja con los dueños de los mercados concentrados, las grandes marcas y las grandes corporaciones. Sus productos que, rara vez lograron entrar a la cadena de comercialización y, por lo tanto, no llegan a la población cobrarían vital importancia en este nuevo orden. Sin mencionar los beneficios que traería consigo, la mayor competencia y la baja de los precios.

No será fácil lidiar con estructuras fuertemente arraigadas que gozan de ganancias descomunales, pero esta vez se trata de modificar creencias erróneas, pensar a nivel global de manera seria y comprender que un mundo desigual es una sentencia de muerte para todos.

Claudio Rosso, analista político y especialista en seguros