La química del amor

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Por Paula Pedraza – Columnista de divulgación científica del programa Amanece Que No Es Poco – Radio Del Plata (101.3).

En el proceso del amor humano –una adaptación evolutiva de la especie que tiene alrededor de diez mil años de antigüedad- los científicos coinciden en reconocer tres etapas: la de atracción física, la del amor pasional y la del apego.

Todo se inicia cuando nos llama la atención una persona. ¿Pero qué hace que nos atraiga alguien en especial de entre muchas otras personas? La ciencia nos dice que en esto intervienen los sentidos. Para los hombres la vista es el sentido preponderante, por lo cual, la apariencia física es el atractivo principal, mientras que para las mujeres es el oído y entonces la voz es uno de los factores más importantes. En los aspectos visuales, nuestro cerebro hace una selección teniendo en cuenta la simetría del cuerpo y del rostro, tal como lo planteara en 1496 Leonardo Da Vinci en su famoso Hombre de Vitruvio.

A partir de ese primer contacto, nuestros cuerpos disparan feromonas. Estas sustancias -descubiertas en 1986- funcionan como una señal para el entorno, una especie de cartel que indica que estamos “disponibles”. A la vez, se liberan hormonas sexuales -testosterona en hombres y estrógenos en mujeres. Hay estudios que muestran que alcanza con una charla de entre 60 a 90 minutos para construir la afinidad con la otra persona. El secreto es hablar de cosas personales, cercanas. Aunque –paradójicamente- en esos momentos registramos sólo el 7% del contenido, siendo más importante el lenguaje corporal. Es decir, no importa tanto qué decimos sino cómo lo decimos.

Pero estos primeros momentos se ven afectados por algunos factores que forman parte de las costumbres de cada cultura. Por ejemplo, bailar puede ser de ayuda en esta etapa. Las investigaciones señalan que luego de bailar –tanto solos como en pareja- los niveles de cortisol – una hormona asociada al estrés- disminuyen. Mientras que si se baila en pareja además aumentan los niveles de testosterona y de estrógenos.

Por otra parte, estudios en realizados en Inglaterra muestran que beber cantidades moderadas de alcohol produce que encontremos más atractivos a los demás, y esto se produce porque no se detectan las asimetrías del rostro y el cuerpo con facilidad. Este fenómeno afecta un 10% más a las mujeres que a los hombres, y además se acentúa con el paso de las horas, con lo cual la probabilidad de que encontremos alguien que nos atraiga es mayor a partir de la mitad de una fiesta.

Además, la filematología –ciencia que estudia los besos- nos indica que besar es un mecanismo de adaptación presente en el 90% de las sociedades humanas y también en muchos otros mamíferos. Cuando besamos a alguien en la mejilla intercambiamos feromonas reforzando el mensaje de disponibilidad, pero cuando besamos en la boca, además, empieza a funcionar el sistema inmunológico ayudándonos a seleccionar pareja. Esto se produce porque hay sustancias en la saliva que nos permiten decidir si esa persona es la correcta, teniendo en cuenta que sea muy diferente a nosotros genéticamente como garantía de descendencia sana. Por otra parte, besar también reduce los niveles de cortisol.

Una vez que hemos encontrado a la persona objeto de nuestro amor entramos en la etapa del amor pasional, caracterizada por pérdida de apetito, dificultad para conciliar el sueño o concentrarse, sudor en las manos, mariposas en el estómago y pérdida del juicio crítico sobre el otro.

En este período se desatan un montón de fenómenos químicos; el primero es una descarga de feniletilamina -FEA, por sus siglas en inglés- que es un precursor de la dopamina: una hormona asociada a los mecanismos del placer de nuestro cerebro, y presente también en algunos alimentos como en el chocolate, por ejemplo. En esta etapa, los estudios muestran que cuando se escanean los cerebros de personas, ante fotos de la persona amada, se activan las zonas del cerebro vinculadas a la producción de dopamina.

Junto al aumento de la dopamina, disminuyen los niveles de serotonina. La disminución de esta sustancia induce comportamiento obsesivo y compulsivo hacia la otra persona. En este sentido, los investigadores calculan que durante la etapa del amor pasional pensamos en el otro alrededor del 75% del tiempo de vigilia.

Por otra parte, nuestro cuerpo libera adrenalina, lo que modifica la percepción del dolor, produce alteraciones del sueño y falta de cansancio físico.

Se calcula que esta etapa dura –en promedio- 3 o 4 años. En este sentido, algunos investigadores plantean que se trata de una adaptación evolutiva asociada a la procreación y que tiene por objetivo que los padres permanezcan juntos hasta que los niños sean más independientes, considerando que un cachorro humano tiene más probabilidades de sobrevivir estando al cuidado de ambos padres.

Luego de esta etapa de apasionamiento -regida por la dopamina- sobreviene otra: la del apego. Esta etapa está dominada por la presencia de dos sustancias químicas: la oxitocina y la vasopresina. La oxitocina -llamada la hormona del abrazo- está vinculada al amor y al afecto. Se sabe que el pico máximo de liberación de oxitocina se produce con el orgasmo, donde aumenta en un 400%. Pero que también está ligada a los sentimientos maternales y es descencadenamiento del trabajo de parto y del amamantamiento.

Por otra parte, la vasopresina es la llamada sustancia química de la monogamia. Estudios hechos en leones muestran que la supresión de esta hormona provoca que los machos abandonen la hembra y las crías y vayan en busca de otra compañera. También se ha estudiado en ratas –que tienen comportamiento monogámico- con similares resultados.

Respecto al ser humano, los estudios realizados en parejas de más de 20 años que dicen “amarse como el primer día” indican que cuando se escanean los cerebros, ante las fotos de la persona amada se activan las zonas del cerebro vinculadas a la producción de oxitocina y vasopresina, pero también las de la dopamina. Es decir que están presentes tanto las sustancias que caracterizan a esta etapa como la sustancia dominante en el amor pasional.

Pero como los seres humanos no sólo somos seres biológicos sino que también somos “bichos culturales”, cabe preguntarse qué lugar tiene la cultura en este proceso. En este sentido, es importante tener en cuenta que desde pequeños – a partir de los 5 años- vamos construyendo modelos de pareja, es decir que nuestras elecciones químicas están cruzadas por los modelos de compatibilidad que hayamos construido, donde aparecen otras variables: nivel social y cultural, nivel económico, pertenencia a un grupo étnico o religioso, etc. Con lo cual, cuando intercambiamos nuestras feromonas, también pasamos estas elecciones por el filtro de esos “modelos”, muchas veces contradictorios con nuestras elecciones biológicas.

Como vemos, el amor es mucha química, y por lo tanto estas investigaciones han dado a una nueva área de desarrollo comercial: el neuromárketing. Como consecuencia de esto, ya tenemos disponibles en el mercado algunos productos especiales: los perfumes con feromonas y un spray nasal de oxitocina, utilizado como complemento de las terapias de pareja. Siguiendo esta tendencia, con el paso de los años, las flechas de Cupido ya vendrán en comprimidos, y quizás también podamos comprar –simultáneamente- el antídoto.

Paula Pedraza – @paulapedrazanqn

*Para otra perspectiva del amor: https://www.youtube.com/watch?v=s6RPN26PVos