La debilidad comunicacional del Gobierno

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 Por Matías Enríquez

Hace poco más de seis meses, el Gobierno atravesó una de las tantas crisis internas que ha padecido desde que asumió allá por diciembre de 2019. En aquel momento de incertidumbre volaron por los aires nombres de todo tipo para reemplazar a los ministros y hasta para la propia Jefatura de Gabinete, la cual terminaría siendo para el tucumano Juan Manzur, quien le iba a dar mayor “músculo político” al Gobierno.

Con el tiempo hemos sido testigos de que ese concepto tan incomprobable como absurdo no alcanzó un buen puerto. Habiendo alcanzado la mitad de su mandato, el Gobierno luce debilucho con un andar cansino. Como un boxeador viejo que ya no logra asimilar los puntos que obtiene (por el desorden interno con el que convive que no le permite disfrutar de sus escuetos triunfos) y cada golpe lo deja al borde del nocaut. 

Cuando la desinformación se vuelve oficial

Un fiel ejemplo de esto parece ser este primer avance en las relaciones con el FMI. Si bien varios medios se subieron al barco del “Acuerdo con el FMI” pocos informaron lo que realmente sucedió, que se trato de un entendimiento. Es decir, ese entendimiento es una instancia previa a un acuerdo pero no es el acuerdo ya consagrado. Sin dudas que fue un primer paso muy valioso para evitar que el golpe sea de nocaut y deje a la Argentina en la lona, continuando con la analogía pugilista. No obstante, hasta no ver el acuerdo totalmente cerrado (con la letra chica en detalle) no podemos hablar de un triunfo por los puntos. Han sido varias las veces que, desde la clase política, salieron a festejar este tipo de cuestiones pero cuando llegaba el acuerdo ya finalizado, las consecuencias y el impacto en la economía distaban de aquellos tiempos de gloria.

Ese pequeño logro que alcanzó el Gobierno no pudo disfrutarse como tal, más allá de la efervescencia de la conferencia del presidente Fernández y del ministro Guzmán, por culpa de los reveses internos. Como si el propio entrenador (entrenadora en este caso) quisiera que su boxeador no pueda despegar y tener una aceptable performance en el ring. En primera instancia, fue la propia vicepresidenta Cristina Fernández quien pareció querer dinamitar el acuerdo con sus dichos contra los organismos multilaterales y sus “políticas de ajuste” horas antes de suscribirse el acuerdo. Luego, fue la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque, días después de la arreglo con el FMI, algo que podría ser sorpresivo si no estuviéramos hablando de Argentina. Estas situaciones que hoy suceden que eran predecibles si analizábamos la heterogeneidad en la construcción del Frente de Todos, que tiene en sus filas más extensión ideológica que la amplitud térmica que padecimos en el mes de enero pasado.

Gabriela Cerruti y sus 10 mandamientos

En materia comunicación el Gobierno también parece andar escuálido. La presencia de Gabriela Cerruti como portavoz parece no poder hacerle frente a todas las demandas que tiene por delante. Por otra parte, si bien el Presidente se muestra más cercano a sus ministros de confianza (los de su riñón) y hasta se lo quiere fortalecer con la utópica idea del “Alberto 2023”, es la propia realidad y la impericia comunicacional del gobierno la que no le permite despegar. Porque si no es la suba del dólar es el viaje de la titular del PAMI a Cancún o es el ministro Berni sobre un helicóptero levantando sombrillas en la costa bonaerense. La comunicación de gobierno puede planificarse y hasta construirse coqueteando con la ficción pero son los propios hechos los que terminarán marcando la agenda.

Uno puede construir un relato apelando a la emoción pero la realidad supera toda ficción. En el Gobierno parece fallar la comunicación estratégica y esto impacta inmediatamente en las estrategias de comunicación, en esas dos dimensiones de las que hablan Mario Riorda y Luciano Elizalde en ese gran texto que es “Comunicación Gubernamental 360”. Esas carencias que desnudan que, desde la Casa Rosada, no entienden los límites y alcances de los efectos de la comunicación, por más figura de vocero que pongan. Porque comunicar es mucho más que informar. Comunicar implica, de mínima, elaborar un mensaje con un objetivo concreto y que el receptor no solamente reciba ese mensaje sino que también lo entienda. Nada de eso está sucediendo.