martes 16 abril 2024
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La ciencia detrás del sexo: mitos y curiosidades

Por Paula Pedraza – Columnista de divulgación científica del programa Amanece Que No Es Poco – Radio Del Plata (101.3).

Sigmund Freud sostenía que todo comportamiento humano está motivado por dos pulsiones básicas: el sexo y la muerte. Siendo así, dos cuestiones tan básicas alrededor del comportamiento humano, vale la pena que la ciencia les eche un ojo. En este sentido, el escritor, científico y divulgador español Pere Estupinyà, recopila y desarrolla en su libro S=EX: La ciencia del sexo, algunas de las investigaciones más relevantes y curiosas alrededor de esta temática.

La función sexual humana es tan primordial para la supervivencia de la especie que la evolución no la ha cambiado mucho. Es por eso que no es muy diferente a la de otros seres vivos y esto permite que se hagan experimentos en ratas para entender cómo es esta función en seres humanos. Es así que los investigadores descubrieron que las hormonas que actúan en las ratas no son muy diferentes a las que actúan en humanos en cuanto a deseo sexual. Sin embargo, hay una diferencia primordial: las ratas –como la mayoría de los animales- sólo tienen deseo sexual cuando están ovulando. Es decir que en los seres humanos el deseo sexual está desapegado de la función reproductiva.

La posibilidad de escanear los cerebros humanos abrió la puerta a nuevas interpretaciones acerca de la función sexual humana y nuestro comportamiento. Así fue posible entender que en el momento del orgasmo se activan casi todas las partes del cerebro, hay una activación masiva. Pero -llamativamente- hay una zona del cortex prefrontal que se desactiva y es la región que controla el comportamiento. Es por eso que en esos momentos hay pérdida de control y de la voluntad.

Esto último podría explicar –por ejemplo- el sonambulismo sexual, ya que durante el sueño también hay cierta desactivación del control del comportamiento, y por eso, que algunas personas estando dormidas se masturban, dicen palabras obscenas o quieran practicar sexo de una manera que nunca querrían estando despiertas.

Por otra parte, los escaneos también han permitido ver que los cerebros del hombre y la mujer no son muy diferentes en el momento del orgasmo. Se observa que se activan las mismas zonas, en la misma secuencia. Es decir que desde ese punto de vista no somos muy diferentes. Tampoco genitalmente lo somos. Ambos aparatos genitales vienen del mismo germen, pero se desarrollan genitales masculinos o femeninos durante el desarrollo fetal dependiendo de las hormonas a las que estén expuestas en ese momento.

Siguiendo con la temática del orgasmo, las investigaciones revelan que en los momentos de tranquilidad, de calma en nuestro cerebro está funcionando lo que se llama el sistema nervioso parasimpático. Es decir que tendremos ritmo cardíaco suave, presión sanguínea normal, etc. Pero como evolutivamente nuestro cuerpo está preparado para reaccionar rápidamente ante una situación de estrés, de peligro empieza a funcionar el sistema nervioso simpático. Este sistema garantiza que podamos tener respuestas rápidas ya que se acelera el ritmo cardíaco, aumenta la presión sanguínea, el cuerpo se llena de adrenalina –que evita el miedo y nos da fuerza física- se dilatan las pupilas para ver mejor, también los bronquios, se envía glucosa a los músculos y nervios, entre otras cosas. Y lo mismo sucede durante el orgasmo. Es decir, se activa el sistema nervioso simpático, y entonces se acelera el ritmo cardíaco, se dilatan las pupilas y hay aumento de la presión sanguínea que rompen los microcapilares y así se producen pequeños derrames en la zona de las mejillas y la parte superior del torso.

Por esta misma razón, después de la eyaculación el hombre pierde la erección. En esa activación del sistema nervioso simpático mucha sangre va a los músculos -y también al pene- pero como este sistema está asociado evolutivamente a tener la reacción necesaria en situaciones de peligro – ser perseguidos por un animal salvaje, por ejemplo- se requiere que vaya más sangre a las piernas y no al pene.

Pero también sucede que el sistema nervioso simpático se activa con los nervios, con el estrés. Es por eso que si un posible encuentro sexual produce mucha ansiedad o emoción, es posible que esto dispare la activación del sistema nervioso simpático y no haya erección en el hombre, ya que el cerebro manda la mayoría de la sangre al resto del cuerpo.

Este funcionamiento del cerebro también podría explicar -en parte- las preferencias sadomasoquistas. El miedo y la agresividad pueden activar la respuesta sexual ya que la descarga de adrenalina que se produce activa también las fibras del sistema nervioso simpático, y es lo que utilizan las personas sadomasoquistas para generar más excitación.

El estudio de del cerebro ha develado también que se pueden tener orgasmos de muchas formas más allá de la estimulación genital. Por ejemplo, andando en bicicleta. Y, de hecho, con muchos otros ejercicios físicos que generan tensión muscular, estrés físico y activación de algunos nervios específicos. Pero también el yoga y la meditación favorecen la excitación sexual, y se puede llegar a tener orgasmos con la mente. De hecho el gran descubrimiento es que orgasmo ocurre en el cerebro, no en los genitales.

Esto resulta de gran importancia para personas con discapacidad o que por accidentes han perdido la sensibilidad en el cuerpo en la zona genital y que sin embargo pueden llevar una vida sexual plena y feliz. Lo que la ciencia sabe ahora es que nuestro cerebro es plástico, moldeable y se adapta todo el tiempo a nuevas situaciones. Es así que ante la ausencia de sensibilidad genital traslada esa función a otras partes del cuerpo, pudiendo ser estimuladas hasta alcanzar el orgasmo.

Paralelamente, es importante considerar que hay un 0,3% de la población se define como asexual, es decir personas que no sienten atracción sexual por ninguna persona ni en circunstancia alguna. La ciencia aún trabaja para entender este fenómeno, que la interpela fuertemente, pues estas personas se reconocen felices y plenas, y no desean ser “curadas”, ya que no puede haber carencia de algo que no se conoce.

Por eso -retomando a Freud y a las pulsiones que mueven el comportamiento humano- lo importante no es tener mucho o poco sexo, sino simplemente satisfacer los deseos. Es decir que, lo que nos hace sexualmente felices es que haya equilibrio entre el deseo y la concreción de ese deseo.

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