El lado B de las organizaciones sociales

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 Por Nieves Villanueva

Lo primero que pensamos cuando nos hablan de organizaciones sociales es en piquetes, cortes y planes. Sin embargo, hay otra cara de la moneda que está bueno conocer.

Alejandra Alberdi recibe en su casita del barrio Ruca Antú a 163 personas dos veces por semana. Vienen a buscar una vianda caliente, muchas veces la única comida caliente y contundente del día.

Mientras les sirve sus porciones en algún recipiente charla, pregunta. Ahí se entera de que un señor se quedó sin la changa, que un nene dejó la escuela, que una nena fue abusada y que una mujer fue golpeada por su marido.

Ella, como tantas otras, no puede quedarse de brazos cruzados ante esas historias de carne y hueso. Entonces pide ayuda, llama a sus referentes de la organización social que la contiene. Ahí viene el dado B, la otra cara de la moneda. “La organización” se pone manos a la obra para ayudar, para resolver, para abrir caminos.

Eso no lo podría hacer Alejandra sola, Ale vecina independiente. Ale lo hace en el contexto de una organización solidaria, sensible, activa. Que sí, está relacionada con un partido político, ¿y qué? Lamentablemente en Argentina “la política” es mal vista. Pero sin ella muchas de esas soluciones para los vecinos y vecinas de Ale no llegarían.

Cuando el Estado se corre, cuando no manda insumos a los comedores, cuando retacea el bono de gas, cuando no identifica necesidades; ahí están las organizaciones sociales. También ahí; no solo acampando en la vereda de Casa de Gobierno.