La Neuquinidad observa y toma nota de lo sucedido en Corrientes

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 Por Sebastián Silenzi

Lo que ocurrió en Corrientes con la irrupción del partido provincial no es un hecho menor. En un escenario político marcado por la confrontación entre el oficialismo libertario y un peronismo que intenta reorganizarse, la emergencia de una fuerza local que se planta con identidad propia rompe la lógica de la “grieta” y abre un interrogante sobre el futuro del sistema político argentino.

La fortaleza de este espacio radica en dos factores: primero, la representación de intereses locales que no encuentran eco en la agenda nacional; segundo, el hartazgo de una ciudadanía que percibe que la pelea entre Milei y el peronismo no resuelve sus problemas concretos. Allí aparece un discurso que pone el foco en la producción, el federalismo y la defensa de los recursos propios, con una narrativa que cala en un electorado cansado de la promesa incumplida.  

El caso correntino no es aislado: forma parte de un fenómeno más amplio en el interior, donde los partidos provinciales resurgen como alternativa real frente a la crisis de legitimidad de las grandes coaliciones. Neuquén y Misiones son ejemplos de larga tradición; ahora Corrientes se suma mostrando que, con organización y una base social sólida, se puede desafiar la centralidad porteña y los discursos nacionales que absorben la escena pública.  

¿Es el inicio de una tercera vía duradera o solo un gesto coyuntural? La respuesta dependerá de dos cosas: la capacidad del partido provincial para sostener su autonomía frente a las presiones de Milei y del peronismo, y la habilidad para traducir la protesta en gestión concreta. Si lo logra, Corrientes habrá marcado un precedente de peso: que en la Argentina no todo se decide entre el Presidente y la oposición tradicional.