Están entre nosotros

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Por Paula Pedraza – Columnista de divulgación científica del programa Amanece Que No Es Poco – Radio Del Plata (101.3).

La preocupación por la alta tasa de contagio de pediculosis motivó que desde hace 17 años un equipo de científicos del Conicet está encargado del estudio de los piojos y su tratamiento. Es el Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas y su trabajo es buscar explicaciones acerca de cuáles son las causas por las que los piojos se han vuelto inmunes a los tratamientos clásicos – en base a insecticidas piretroides- y proponer nuevas formas de mantener esta plaga a raya.

En este sentido, estudiando estos piojos resistentes, encontraron que hay mutaciones en piojos de Argentina que les permiten volverse inmunes a estos productos. En 2009, una investigación concluyó que los piojos son cien veces más resistentes que una década atrás. Por eso, las líneas actuales de investigación son el uso de aceites esenciales de origen natural (vehiculizados por siliconas ligeras) y la nano tecnología.

Y mientras la ciencia combate en sus trincheras, miremos un poco la historia.

La infestación del hombre por piojos ha sido documentada a través de los siglos y ya forma parte de la historia de la humanidad. Uno de esos primeros registros puede encontrarse en la biblia, donde aparece como una de las siete plagas de Egipto. Por otra parte, también en el Antiguo Egipto los sacerdotes  rasuraban sus cuerpos cada tres días para mantenerse libres de esta infestación.

Ya en la Europa feudal (siglos XIV y XV). El «despiojamiento mutuo»  estaba tan difundido entre las damas y las parejas que en la ciudad italiana de Ravena se dictó una reglamentación del siglo XIII prohibía hacerlo en público. Por otra parte, un texto anglo-normando del siglo XIII, proporciona consejos sobre la «lucha» contra la caspa y los piojos.

Siempre en territorio europeo, estos insectos parásitos pueden ser considerados como los culpables de la imposición de ciertas modas. Debido a que los piojos representaban un verdadero problema muchos hombres y mujeres de la alta sociedad afeitaban sus cabezas y usaban pelucas. Desafortunadamente esto no ofreció demasiada ayuda ya que como los piojos pueden vivir hasta 24 horas fuera del cuerpo humano, rápidamente invadieron las pelucas y se trasladaban alternativamente hacia el cuero cabelludo.

Por otra parte, cruzando el Atlántico, nuestra América tiene un increíble record: el piojo más antiguo fue encontrado en una momia de Brasil de 10 mil años de antigüedad. Es decir que estaba aquí mucho antes de la llegada de los europeos.

Podemos inferir que la convivencia con los piojos era muy común en la América pre hispánica. Tanto, que los aztecas le «ofrecían» piojos a Moctezuma como demostración de respeto. Aquellos que no tenían otros valores para ofrecer, juntaban sus piojos diariamente, hasta tener la cantidad suficiente como para llenar pequeñas bolsas que luego eran depositadas a los pies de su rey. Podemos imaginar el impacto de Hernán Cortez ante esa escena esperando que se tratara de una ofrenda de oro.

Si nos trasladamos a Asia, en el norte de Siberia los piojos eran un «símbolo» de amor”. Las mujeres jóvenes les «arrojaban» piojos al hombre elegido en señal de amor, como signo de afecto. Y esta costumbre aún se mantiene en algunas comunidades.

En Oceanía por su parte, los piojos eran considerados como una delicadeza. En Tonga, el sacar y «comer» los piojos de uno de sus parientes era un signo de deber familiar.

Por otra parte, en Rusia, esta práctica ha sido observada en tribus nómadas que habitan regiones cercanas al río Volga, costumbre aún hoy practicada por sus descendientes, como así también por algunas tribus de América Central y Sudamérica, donde la búsqueda diaria de piojos es una práctica rutinaria.

También estos molestos parásitos tuvieron su presencia en el cine. Cabe recordar la escena de la película Titanic donde al protagonista le revisan el pelo y la barba antes de subir al barco. Lo que señala que desde siempre ha sido un problema para viajeros y en especial para marineros o pasajeros de barcos.

En resumen, haciendo un poco de historia y viajando por el mundo podemos ver que -amados u odiados- los piojos están desde hace mucho tiempo con nosotros, y nada indica que vayan a darse por vencidos.

Paula Pedraza – @paulapedrazanqn