El juicio de los cuadernos y el espejo del pasado

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 Por Sebastián Silenzi

Hoy comienza el juicio oral por los cuadernos de las coimas, el expediente que promete convertirse en el mayor caso de corrupción de la historia argentina. En el banquillo estarán 87 imputados, entre ellos la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el ex ministro Julio De Vido y una larga lista de empresarios que alguna vez fueron sinónimo de poder. El proceso estará a cargo del Tribunal Oral Federal N°7, y pondrá bajo la lupa una década entera de vínculos espurios entre la política y el mundo empresario.

Más allá de las cifras, las planillas y los testimonios que se escucharán en las próximas semanas, este juicio reabre una herida profunda: la de un país que convivió demasiado tiempo con la naturalización de la corrupción. Los llamados “cuadernos” no son solo un expediente judicial: son el reflejo de un sistema que durante años mezcló poder, negocios y favores, donde el Estado dejó de ser una institución para transformarse en botín.

Pero hay un dato que trasciende los tribunales. En la calle, en las charlas cotidianas, se percibe algo distinto. La sociedad no quiere volver atrás. El descreimiento, el hartazgo y la desconfianza que se fueron gestando en los últimos años se traducen hoy en una demanda de transparencia que no es menor. La gente ya no espera milagros; solo pide que quienes gobiernan no usen el poder para su propio beneficio.

El juicio a los cuadernos no solo debe servir para determinar responsabilidades penales. También debería funcionar como una lección de memoria colectiva. Porque más allá de nombres y partidos, lo que está en juego es la posibilidad de construir una Argentina que no repita los errores de su historia reciente. Un país que, al mirar los cuadernos, vea no solo la sombra de lo que fuimos, sino también el límite de lo que no queremos volver a ser.